Perspectivas (Laurent Binet)

Tal vez para los estándares actuales de la literatura europea, Perspectivas (Seix Barral, 2024) merezca los elogios dedicados en publicaciones especializadas por parte de críticos especializados. No obstante, si se le compara con alguna novela policial clásica, lo nuevo de Laurent Binet no soportaría el paralelo.

Imagen expropiada a El Confidencial, en nombre del oro por devolver.

Binet está decidido a hacerse una carrera sobre la base de ucronías poco ingeniosas en su afán de ser creativas: lo hizo con La séptima función del lenguaje —a mi juicio, hasta hoy lo único que vale la pena leerle—, Civilizaciones —un desperdicio de trama— y esta última… ¿novela? Porque, salvo que estemos ante un genio que reconceptualiza la narrativa en nuestras narices y se nos pasa desapercibido por no estarle a la altura, no es mucho lo destacable en estas Perspectivas, policial ligerito narrado con la trepidancia de los stories de Instagram y la concreción de los tuits, pero con pretensiones de ser “el nuevo nombre de la rosa”.

Lo bueno: es un libro breve, ameno, que se deja leer en una tarde —si contamos con las condiciones objetivas—. Es ágil como una película de acción hollywoodense y, de hecho, incluye escenas de combate cuerpo a cuerpo y persecuciones narrativamente bien logradas. Se articula mediante cartas falsas e improbables, tan breves como un reel de Tik Tok o un hilo de X, con estructura aristotélica que le permite funcionar como unidad fuera del conjunto. La trama ha sido trabajada, intencional o no, al nivel de chismes de revista farandulera que además recoge vicisitudes de la realeza. En resumen: éxito de ventas deliberado y un grato escapismo para el lector.

Lo imperdonable de Perspectivas es, justamente, aquello que la vuelve un agradable entremés. Los personajes y sus circunstancias parecen fruto de una pesquisa en El rincón del vago, de tan superficiales. Es la primera vez que Binet se anima con personajes femeninos y el resultado hace quedar a cualquier parodia de Benny Hill trasvestido como seminario lacaniano; no hay nada más grosero que un escritor varón tratando de profundizar en la psicología femenina a partir de estereotipos. Putas o virginales, inocentísimas o en extremo confabuladoras, sin términos medios, osa ponerle voz a monjas, princesas y reinas con diálogos que ni Walt Disney se permitiría en su época dorada. Por otro lado, los personajes varones son todos iguales entre sí, con el mismo registro, las mismas emociones, el mismo léxico y hasta el mismo sentido del humor —que, para ser justos, arranca varias carcajadas merced al recurso del absurdo y lo grotesco, y que contribuye a hacer verosímil que cualquiera sea “el asesino”—.

Criticarle lo superfluos y clichés que resultan los personajes “sexualmente diversos” —es decir, el 90% de los pintores que hacen su “cameo”— sería tomarse ya muy en serio el texto.

Otra imagen expropiada a El Confidencial, esta vez en nombre del genocidio de 25 millones de personas originarias solo en lo que hoy lleva por nombre Sudamérica.

La trama mezcla hechos históricos con ficticios, en torno al asesinato de Pontormo en manos de Miguel Ángel (¿!?) en la Florencia de los 1550 y pico, cuando el citado Miguel Ángel rondaba la base ocho. La idea de incluir a la perspectiva visual como un personaje más que debió ser el principal pareciera habérsele ocurrido a Binet a último momento, cuando ya el libro estaba en imprenta, lo que solo le permitió agregarlo a tres capítulos —o cartas— y deslizarlo en el título; no más. El “comentario político” del arte-al-servicio-de-los-caprichos-de-la-política-de-turno se diluye en la fatuosidad de los sucesos narrados, y hasta pasaría desapercibido de no ser porque las reseñas nos dicen que dicho comentario político está presente. Que sí… pero no.

No juega precisamente a favor que se fuerce la improbable preponderancia argumental de una pintura con contenido sexual, dándole el peso que tendría actualmente la filtración de un “video íntimo” hecho con IA de, por soltar un nombre al azar, Leonor de España. Hasta a mí, que considero a las monarquías un residuo fecal del medioevo, se me hace una grosería digna de todo-relatos-punto-com. Supongo que a Binet, heredero de guillotinadores, le supo a genialidad.

También se resiente que la narración sea pasteurizada en extremo y/o podada cual bonsai, a tal punto que solo pintura y arquitectura constan como únicas artes. No soy experto en historia europea, pero en esta bisagra entre siglos XV y XVI, no poner música hasta en la sopa me parece imperdonable. ¡Y en Italia, justo cuando los astros empezaban a alinearse para la aparición de la ópera!

Otrosí, lo que parece logro —involuntario— es haber retratado a Europa como el polvorín de guerra que fue, que dejó de serlo gracias a y durante la guerra fría, y que quiere volver a ser rompiéndole las bolas a los rusos a ver si una tercera guerra le devuelve lozanía identitaria.

Cerrando la idea: Perspectivas resulta divertida si se pasa por alto sus varias chanchadas literarias, y se puede leer en un ida y vuelta a la chamba. Es heredera de los tiempos que corren, entre periodismo propaganda, fake news y redes sociales que nos obligan a experimentar con narrativas-otras. Algo que el reguetón y las app preferidas de los NINI han recogido y ponen en escena con mayores fortuna y oficio, y por lo cual me animo a afirmar que, en literatura, la consolidación de dicha narrativa-otra no surgirá en Europa central. América Latina me parece una mejor candidata, pero sospecho que, tras los sucesos bélicos mundiales que son de dominio público, aparecerá o bien en el Cáucaso, o bien en el corazón del Medio Oriente árabe, o bien entre China, Japón y las dos Coreas. Occidente, como decimos cotidianamente, “ya fue, ya”.

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